Cloé paseaba por la Alameda como cualquier
viernes
noche. La noche pintaba el cielo de un rojo anaranjado a un azul
eléctrico. La
brisa marina correteaba por su escote y hacía que sus
diminutos vellos se
tensaran. La Alameda estaba repleta de colores y olores.
Se iba acercando al
centro de la ciudad. Su nariz podía percibir el aroma a
flores y cloaca. Una
mezcla muy particular. Divisaba al fondo de la calle el
Bar “Xiqués”. No había
casi nadie. Sólo estaba Évy. La poderosa y rubia,
Évy. Siempre se le antojó
particularmente exótica. Su piel oscura
contrarrestaba con el color de sus
cabellos soleados. Generalmente detestaba
esas combinaciones, pero Évy tenía un
nosequé, algo distinto. Nada más
entrar, Évy estiro su boca y se la regaló a
Cloé. - ¿Cómo va la noche? –dijo
Évy-- Demasiado fría para ser Agosto. –contesto
Cloé-- Cierto. Vas a tomar
algo – le replicó Évy mientras se llevaba a sus
labios una copa de
Jägermeister.- No me apetece. Entre saludar. Buenas noches.
–Dijo
despidiéndose Cloé-- Hasta Luego, Cló.Prosiguió por las oscuras y
estrechas
en dirección a su hogar. En el camino se encontró con varios gatos que
asaltaban contenedores y papeleras, y alguna vieja que salía a tirar la
basura.
El cielo estalló. Una manga de agua, hizo que se escondería en una
casa semi –
derruida, para guarecerse del potente goteo. No cesaba. Le
quedaba como media
hora de camino y se impacientaba. Los relámpagos
encendían la calle unos
segundos. Las gotas de lluvia se le colaban por
todas las ranuras de su ropa
haciéndola tiritar. Escuchó algunos pasos y
asomó su cabeza viendo a una chica
que corría hacía su refugio en ruinas.
Una figura femenina, alta y esbelta se
escurrió entre las sombras.- Vaya
mierda de noche –exhaló la jóvena
desconocida-- Pues sí. Al menos
encontramos este sitio. –le contesó Cloé.Cloé
observo las piernas de la
jóvena. Reccorió con sus ojos desde sus rodillas hasta
los dedos de sus
pies. Paró en secó en su tobillo izquierdo. La desconocida se
percató de la
mirada incauta de Cloé y se echó a reir.- El suelo está muy
húmedo, vaya día
para llevar chanclas - Podemos entrar un poco más y ver si hay
alguna parte
seca. Esto parece que no cesará en un buen rato. –Dijo Cloé-- Sí,
porque
estoy helada. ¿Tienes cerillas o encendedor? - No…Bueno, sí, pero no sé
en
qué estado.- Veámos.Las dos muchachas se adentraron más en la casa. Empujaron
una enorme puerta de madera y pasaron a un extenso patio rectangular. La
casa
susurraba un pasado colonial con sus azulejos y sus cuatro columnas.
Había una
escalera de metal que subía al segundo piso. Dudaron y pasaron a
un pequeño
cuarto que se encontraba debajo de la escalera. El ruido de la
lluvia sobre la
casa, sonaba como un redoble intenso y continuo de tambores.
Encontraron varios
trozos de tela y de madera, de lo que pudo ser una viga.
Había una silla
esquelética, sin asiento. Cloé se acerco y la aplasto con su
pie. Se hizo
trizas. Junto toda la madera que encontró e intento prenderla.
La madera estaba
húmeda y les fue difícil que se encendiera. Al final,
gracias a la tela,
lograron encenderla. - Creo que me voy a quitar el
pantalón y la camiseta. Qué
cosas. Con el aguacero y el frío, no te he dicho
mi nombre. – dijo entre risas
la muchacha-- Me llamo Ilse.- Bonito nombre.
El mío es Cloé. Encantada.-
Igualmente.La luz blanquecina se adentraba por
los rincones de la casa
iluminándola. Ilse se quito la ropa y la puso cerca
de hoguera. Apartó enseres y
desperdicios y se sentó. Cloé admiraba el color
de la piel de Ilse. La luz de la
hoguera, hacía que su piel tomara un color
tenue muy sensual. Se volvió a quedar
estancada en su tobillo izquierdo.-
¿Qué miras? –Le dijo Ilse mirándola con
sombras en sus ojos-- Ehm…Tu tobillo
izquierdo.- Te gusta.- No estoy segura.-
Acércate.Se acercó y se inclinó
hasta sentarse a su lado. Ilse estiro su pierna
y la puso sobre las piernas
de Cloé. El sofá inesperado, agarró el pie de Ilse y
se quedó mirando el
lunar que decoraba la llanura de su tobillo. No pudo
contenerse y acerco su
mano rodeando la curvatura del hueso, bajaban y subían
sus dedos hasta
terminar sobre el pequeño lunar. Cloé miró la cara de Ilse. Se
quedaron
mirándose fijamente un rato. Ilse se inclinó y la beso en los labios.
Cloé
pasó su mano por la espalda de Isle y junto su cuerpo al de ella. Sus
lenguas se acariciaban suavemente, se rozaban, se escondían, dibujaban
círculos.
Los labios de Cloé se tornaron rojizos y brillantes. Los brazos de
ambas
exploraban partes haciendo dibujos abstractos en espaldas, hombros,
clavículas…Cloé se quitó la camiseta acercándose más a Ilse, hasta ocupar su
cuerpo. El peso de Cloé ejercía una leve presión entre las piernas de Ilse.
Los
golpes de lluvia sobre la casa marcaba el ritmo del cuerpo de Ilse.
Cloé, agarró
los brazos de Ilse y se los llevo hacía atrás, sobre el suelo.
Se incorporó un
poco. Devoró con su mirada el torso, los pechos, sus axilas,
la clavícula, el
cuello, la mandíbula, los ojos, los labios…de Ilse. Bajó
despacio y rozo con su
boca los labios que también brillaban. Introdució su
lengua rígida en la boca de
Ilse; la besó con pasión. El agua de sus cuerpos
comenzaba a brotar por poros y
jardines oscuros. La lluvia llegaba a todos
sitios. Cloé se movía más y más
sobre Ilse, sin soltar sus manos. Desde su
boca tomó rumbo hacía el sur. Besó
sus mejillas, saltando dulcemente hacia
su cuello, devorándolo y lamiéndolo.
Pasó su lengua por sus clavículas,
bajaba entre las dos tersas rocas. Continúo
besando sus pechos duros e
hinchados. Despacio, muy despacio. Su aliento
manchaba la piel de Ilse.
Llegó a su ombligo, lo rodeo varias veces saltando de
nuevo hacía sus
caderas. Ilse temblaba, se estiraba debajo de Cloé. Las manos de
Cloe
bajaron fugazmente hasta las piernas de Ilse. Lamió sus rodillas lentamente
hasta llegar a la llanura del lunar en el tobillo de Ilse. Lo besó despacio.
Chupo uno a uno los dedos de Ilse. Ahora desea volver al norte. Las piernas
de
Ilse se abrían a Cloé. Descansó su boca en los páramos negros de Ilse.
Buscó su
fruta roja; rodeándola, besándola, mordiéndola…Sus lengua se hizo
piedra rozando
esa fruta roja que se hinchaba cada vez más. El calor entre
sus piernas
asfixiaba a Cloé, que tuvo que alzar su cabeza para tomar aire,
para de nuevo,
décimas de segundos después, volver a enterrarse entre la
lava roja de Ilse. Su
pelvis saltaba como un saltamontes. Subió Cloé y se
encajo a Ilse. Su mirada
también era roja y brillante, deseosa. Las manos de
Ilse ataban a Cloé dejándole
un pequeño espacio para frotarse contra ella.
Las piernas de Cloé nadaban en
Ilse. Sus manos se agarraron fuerte,
encajadas, prietas, pegadas,
unidas…esperaban el suspiro. Llegaron varios
alaridos y temblores. Los gritos de
Cloé hacían que Ilse se moviera con más
energía, con más fuerza vigorosa. Ambas
nadaban juntas y se ahogaban
mutuamente. Los relámpagos pintaron de un azul
apagado el rostro de Ilse.
Cloé dejó caer todo su cuerpo sobre Ilse, mientras
besaba su cuello, pegando
su rostro más y más. Amaneció. La luz del sol
penetraba por mil y un
orificios, convirtiendo el lugar en un universo lleno
líneas amarillas.Se
vistieron en silencio. Cloé se puso de rodillas y beso el
tobillo de Ilse.
Ambas marcharon, juntas, distantes, sucias y desprendiendo
luz.
miércoles, 28 de julio de 2010
Tobillo
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